Camilo José Cela

ZOILO SANTISO, ESCRITOR TREMENDISTA

Zoilo Santiso era un escritor la mar de tremendista. Los padres de familia no dejaban a sus hijas leer los libros de Zoilo Santiso.

_¡Niñas _les decían_, no leer las novelas de Zoilo Santiso, que no son aptas!

Entonces las niñas decían que se iban a dar un paseo por Recoletos, se metían en cualquier librería y se compraban una novela de Zoilo Santiso, que después pasaba de mano en mano, como los partes de guerra del enemigo en las retaguardias donde ya no quedan más que discursos patrióticos y vanas esperanzas.

_¡Quememos los libros de Zoilo Santiso! _decían los muchachitos que no habían leído a Zoilo Santiso, pero que se fiaban del buen criterio de sus mayores_. ¡Guerra a Zoilo Santiso, escritor asqueroso y tremendista! ¡Guerra!

Zoilo Santiso, en el fondo, era un buen muchacho, o, por lo menos, procuraba serlo. De pequeño había pasado la escarlatina, y desde entonces le habían quedado unos puntos de vista algo diferentes a los de sus tías, las hermanas de mamá y papá.

_Zoilo es bueno _aseguraban sus tías de ambos lados, que no eran excesivamente originales_; lo que pasa es que dice esas cosas que dice sin sentirlas; las dice para parecer mayor.

_¡Pero, mujer, tía _les objetaba algún primo de Zoilo_, si Zoilo ya tiene cerca de cuarenta años!

_¡No importa, no importa! ¡A Zoilo siempre le gustó mucho parecer mayor!

Zoilo Santiso se había hecho escritor tremendista por puro milagro. Esto de los escritores es una cosa muy complicada, y cada cual sale por donde puede o por donde lo dejan. A Zoilo Santiso lo que le hubiera gustado era ser torero o cantor de tangos, pero se hizo escritor porque es más fácil y, además, porque no se necesita arte, ni valor, ni voz, ni sentimiento, ni nada. Para ser escritor no se necesita nada. La prueba es que uno va a los cafés y se los encuentra llenos de escritores escribiendo dramas y artículos, tomando café con leche y haciendo aguas.

Zoilo Santiso se hizo escritor, y después, como no era un «artífice de la palabra», se especializó en el tremendismo, rama en la que por decir las cosas como son, ya se cumple.

_Eso ni es arte ni es nada; eso es ganas de tomar el pelo a la gente _decían algunos lectores de esos que llevan lentes de pinza_; decir las cosas como son está al alcance de cualquiera; el mérito es decirlas finamente.

Zoilo Santiso, que era un hombre humilde, nunca dudó que sus mañas no pudiera tenerlas cualquier hijo de vecino.

«A mí me parece que esto es fácil _pensaba_, que no tiene mayor complicación. ¿Qué se quiere decir «Pepito estaba bebiendo vino»? Pues se dice «Pepito estaba bebiendo vino», y en paz. Lo que sí tiene más mérito sería decir: «El joven Pepe libaba del morado elemento»; lo que pasa es que esto es una estupidez que no se la salta un gitano.»

Zoilo Santiso, a veces, sentía preocupaciones estéticas. Lo que le salvaba es que era corto de alcances, y en cuanto le daba dos vueltas a las cosas en la cabeza, ya ni se entendía.

Zoilo Santiso, a pesar de lo burro que era, tenía muchos enemigos, y algunos escritores pornográficos, cuando llegaron a viejos, le publicaban edificantes articulitos en los papeles diciéndole que había que ser más moral y más decente, y que eso del tremendismo debía ser prohibido como la morfina o la cocaína, pongamos por caso.

El pobre Zoilo Santiso, cuando leía esas cosas, como era presuntuoso de natural, siempre se daba por aludido y pasaba muy malos ratos.

Su señora, para animarlo un poco, le decía:

_No te preocupes, Zoilo querido, cuando se meten contigo señal de que vales; si no valieses nada, no se ocuparían de ti y te dejarían tranquilo, tenlo por seguro.

_Ya, ya; pero, mira, yo preferiría valer algo menos y que no me dijesen esas cosas. ¡Qué quieres! ¡Uno es un espíritu sensible!

Zoilo Santiso, de una vez que quiso escribir unas cuartillas más puestas en razón, le salió semejante barbaridad que no se atrevió ni a publicadas.

Esto de los estilos es algo bastante misterioso, algo que no se puede remediar ni aunque se quiera. Esto de los estilos es como tener granos.

 

Comentario a Zoilo Santiso, escritor tremendista

Esta es una historia sencilla, casi ingenua. Su protagonista, Zoilo Santiso,  es un escritor partidario del estilo que unos denominan realista, otros tremendista y al que con frecuencia se alude con una sentencia también sencilla: «llamar al pan pan y al vino vino.»

Abrumado por los críticos, los lectores y los papás de las lectoras, Zoilo Santiso intenta escribir de otra manera. Al final, le acontece lo mismo que al hijo de aquel hombre bueno, cuyo ejemplo nos cuenta el Infante don Juan Manuel para recordarnos que si haces caso de todos los necios jamás llegarás a la Meca

Hasta aquí la anécdota. Sin embargo, bajo su aparente simplicidad, Cela tal vez nos esté planteando cuestiones mucho más profundas, cuestiones que han dado pie a que quien más y quien menos eche su cuarto a espadas:

¿ Arte popular o arte de élite?

¿ Clasicismo o barroco?

¿De las academias, líbranos, Señor?

En estas polémicas (cuyos límites suelen apreciarse mejor en la teoría que en la práctica), Cela parece enarbolar el estandarte de uno de los bandos: el bando de los esperpentos de Valle, el de las Coplas de Panadera y del Provincial, el de La Celestina y el de las jácaras de Quevedo, facción en la que también pueden encuadrarse El Quijote o el Arte de Putas de Moratín, por decirlo todo mezclado, para que se aprecie cómo un nombre lleva a otro y éste a otro en el cuento de nunca acabar o de la buena pipa.

Resulta curioso, pero talantes y maneras de escribir (o estilos) tan diferentes como los de Antonio Machado y Camilo José Cela coinciden  a veces tanto, que se dirían hijos de una misma madre. Obsérvense estas dos reflexiones de Juan de Mairena (Machado)  en relación con este relato:

1) «El oro cano, el pino pintado, la flecha alada, o el áspid de metal son en efecto maneras bien estúpidas de aludir a la plata, a la mesa, a la flecha y a la pistola»

 

2) «Señor Pérez, salga usted a la pizarra y escriba:

LOS EVENTOS CONSUETUDINARIOS QUE ACONTECEN EN LA RUA

El alumno escribe lo que se le dicta.

_Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético.

El alumno, después de meditar, escribe: LO QUE PASA EN LA CALLE.

 Mairena: No está mal.»

Zoilo,Santiso, escritor tremendista es uno de los escritos que Cela cobija bajo el epígrafe de «apuntes carpetovetónicos», diferenciándolos de esta manera tanto del artículo periodístico al uso como del cuento.

Según su autor los apuntes carpetovetónicos serían «algo así como un agridulce bosquejo entre caricatura y aguafuerte, narrado, dibujado o pintado de un tipo o de un fragmento de vida peculiares de un determinado mundo: lo que los geógrafos llaman, casi poéticamente, la España árida».

En este mismo prólogo Camilo José Cela establece un "Serie de parentescos y antecedentes de sus apuntes carpetovetónicos. Los agruparemos en dos bloques:

Literatura:

Coplas de Panadera.

Quevedo.

Torres Villarroel/. Ciro Bayo

Eugenio Noel.

Pintura:

Velázquez.Goya.

Regoyo. Solana. Zuloaga.

Quedarían fuera de estos dos grupos el Gallego Caslelao (a medio camino entre el dibujo y la literatura) y Los toricos de Guisando, o los verracos ibéricos.

Dejando al margen discusiones escolásticas sobre los géneros y las especies, en estos apuntes carpetovetónicos se encuentran, a nuestro entender, algunos de los rasgos más significativos de la obra de Cela. Por ejemplo, sus dotes para dibujar con cuatro trazos a un personaje, para describirlo a partir de su propia conducta y, sobre todo, a partir de lo que dicen. Maestro indudable del expresionismo literario, del arte de la caricatura, Camilo José Cela es capaz de ofrecemos toda una galería de tipos diferentes en un espacio muy reducido, a la manera de los miniaturistas medievales o de Jerónimo Bosco. Tal vez (según algunos críticos) esta facilidad para el dibujo definitivo desde las primeras líneas pueda ir en detrimento de la complejidad de sus personajes y de sus posibilidades de evolución

Otra de las características con la que nos encontramos en esta breve historia es su gran facilidad para reflejar las distintas «hablas», la excelente memoria literaria de Cela. Comentaremos brevemente un par de frases:

«Zoilo Santiso era un escritor la mar de tremendista». La anteposición de la expresión «la mar de» (construcción  eminentemente popular) al término tremendista, que ya tiene significación de superlativo, provoca una redundancia expresiva de carácter coloquial. Veamos otras expresiones similares:

«La mar de escuchimizado. Absolutamente imposible. Muchísimo bochorno».

«Niñas, no leer novelas, que no son aptas.» En primer lugar, el empleo del infinitivo para las órdenes negativas ,en lugar del subjuntivo (no leáis) nos remite de nuevo al lenguaje coloquial.

El uso del término «aptas», por su parte, nos lleva inmediatamente a un mundo de mojigaterías y censuras, de películas «tres erre» y «cuatro erres con reparos». Es decir, a la represión franquista que Cela caricaturiza en este relato no sólo mofándose de los censores oficiales de Zoilo Santiso, sino de todo un conjunto de voluntarios que se ofrecen a colaborar en las labores represivas.

Y la paradoja es que el mismo Cela también había ofrecido a las autoridades fascitas la aportación de su granito de arena para reprimir a los díscolos, a los otros zoilos santisos de turno. ¿Se estará retratando a si mismo Cela como alguacil alguacilado?

(Jesús Felipe Martínez. Publicado en La narrativa española contemporánea. Madrid, 1987)

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