anónimo

 

Una obra de un caballero llamada "visión deleitable".

 

 

Mi dolor, jamás cansado

de estrecha cuenta pedirme,

nunca quiso consentirme

anoche, de muy penado,

que yo pudiesse dormirme;

assí que me fue forçado

_siendo ya cerca del día_

levantarme de cansado,

pensando si en mi cuidado

algún remedio ponía.

 

Y fuime sin más pensar

luego para capuana,

dándome prisa en l' andar,

porque allí tiene la gana

mi alma de reposar.

Mas luego, triste, que entré

en el fosso, por mi suerte,

Dios sabe lo que passé,

que si afloxara la fe,

no se escusava mi muerte.

 

Que, pensando hallar sosiego,

por hallarme do me hallava,

entablóse mal mi juego;

como más cerca del fuego,

más ardía y más quemava

y con estos desconciertos

dava mil quexas de amor,

por ver señales muy ciertas

de ver mis bienes tan muertos

cuan bivo tengo el dolor.

 

Y estando en esta passión,

pensando en la causa de ella,

vi venir, como en visión,

mucha gente en processión,

que me puso espanto en vella;

mas cuando cerca de mi

se allegaron con plazeres,

todo temor despedí,

porque luego conoscí

que todas eran mujeres,

 

que con honra muy real

llevaban a Matihuelo

en un carro triunfal,

él tan gordo largo y tal,

que arrastrava por el suelo;

y luego tras él venían

muchas dueñas y donzellas

que altas bozes dezían:

«Las que de ti se desvían,

plazer se desvía de ellas».

 

«Que sin ti, muy gran señor,

descanso de las mujeres,

maná de nuestro dulçor,

no se siente qué es amor

ni se gustan sus plazeres;

ni sin ti no da la paga

amor de nuestros servicios,

contigo nos ahalaga,

de suerte que, lo que estraga,

adoban tus exercicios;

y si alguna, por desdicha,

ha sido de ti olvidada,

de gran bien es entredicha,

siendo tú la misma dicha,

llámase la desdichada.»

 

Estas palabras diziendo

andavan juntas, cabe él,

en fuego de amor ardiendo,

los bezos se relamiendo

de gana de comer de él.

Y en el punto que me vieron,

el santo cuerpo dexaron,

al derredor se pusieron

y de las manos se asieron

ya grandes bozes cantaron.

VILLANCICO

«Onrernos a Matihuelo

nuestro bien, nuestro consuelo.»

 

Primero doña María

cantó con gran alegría:

«Tan adentro te querría

cuan lexos estó del cielo,

Matihuel.

 

Trasella, doña Leonor

respondió con buen tenor:

«Si no gusto tu dulçor,

de mi muerte he gran recelo,

Matihuelo».

 

Diana, con gran cuidado,

cantó con rostro turbado:

«¡Quién se tornase pescado

por caer en tal anzuelo,

Matihuelo».

 

Y también cantó Maruxa:

«¡Gran plazer cuando este empuxa!;

mas si no es como la cuxa,

no le tengo yo en un pelo,

Matihuelo».

 

Doña Juana, a boz en grito:

«¡Gran pesar cuando es chiquito,

que es como un cubo moxquito

que se entra y sale de buelo,

Matihuelo!»

 

Doña Isabel Castriote

 cantó con gran alborote:

«Yo te haría andar al trote

y aun llorar por mi consuelo,

Matihuelo».

 

Doña Porfida porfía

de cantar, que le quera

tan largo, si ser podría,

que la clavasse en el suelo,

Matihuelo.

 

Muñoza quiso cantar:

«Si te han de aposentar,

ruego te quieras tomar lo mío

por entresuelo,

Matihuelo».


Doña Inés: «Aunque soy niña,
siempre te
rné con ti riña
hasta que podes mi viña
y me riegues mi majuelo,
Matihuelo».
 

DESCÚLPASSE DE LO HECHO
N
o sé quién fue el atrevido
que tales coplas trobó;
sé que todos, como yo,
por muy loco le an tenido,
porque tanto se atrevió;
que trobar cosas viciosas
a damas tan virtuosas
fue tan fuera de razón,
que fue bien como en carbón
engastar piedras preciosas.


Que damas tan escogidas,
en tan estremo acabadas,
han de ser tan bien queridas
que sean casi adoradas
sin ser de nadie ofendidas,
y si alguno las ofende,
su gran virtud las defiende,
para que quede confuso
y el que tal obra compuso
sus necedades emiende.

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